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Las y los senadores nacionales tuvieron en 2018 la oportunidad de escuchar a las mujeres y a gran parte de la sociedad y saldar una deuda de la democracia legalizando la interrupción voluntaria del embarazo.
Sin embargo, la mayoría del cuerpo -entre ellos dos representantes de Santa Fe- decidieron mirar hacia otro lado. Desoyeron a las millones de personas que en todo el país nos manifestamos por nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Desoyeron a las familias de las víctimas de abortos clandestinos y a las de mujeres a las que se les negó un aborto legal, como Norma Cuevas.
Muchos celebraron el sostenimiento del status quo pero, sobre todo, aplaudieron a senadores que dijeron barbaridades en supuesta defensa de las dos vidas.
Como Rodolfo Urtubey, senador salteño, que dijo que “hay algunos casos en los que la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer” y agregó como ejemplo el abuso intrafamiliar, «donde no se puede hablar de violencia pero tampoco de consentimiento, sino de una subordinación, una sujeción».
O como el presidente de la Nación que, antes de la votación, afirmó: «No importa el resultado, hoy ganará la democracia». Claro que importa el resultado, lo que estuvo en juego fueron los derechos de la ciudadanía y por eso indigna que se intente tratar este tema como un partido de fútbol que terminó. Nuestra lucha no empezó este año y tampoco termina.
Seguiremos exigiendo educación sexual integral para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.
Algo cambió y sobre eso no hay marcha atrás. El tema se instaló en la sociedad. Ésta es una bandera que ya tomamos millones y no la vamos a abandonar. Hoy se puede hablar de aborto en todos los ámbitos y estamos convencidas, sabemos, que más tarde o más temprano será ley.